
Dentro de unos días voy de boda, uno de esos eventos en los que un hombre y una mujer (o un hombre y otro hombre, o una mujer y otra mujer... es igual, aquí ni el orden ni los factores alteran el producto) deciden unirse de por vida, aceptando de buen grado sus mútuos defectos (sí, y mi abuelo es pirotécnico...) delante de un montón de familiares y amigos de aspecto famélico (la mayoría llevan un día sin comer para aprovechar el banquete)
Cuando llegamos al evento (ya sea ceremonia religiosa o civil) llegan los nervios; el temor oculto más grande en ellas es encontrarse a otra invitada con el mismo vestido o uno muy parecido, el de ellos es no encontrar un bar abierto cerca del lugar de la ceremonia (cada uno tiene como sagrados los lugares que le da la gana) y el de los más pequeños, que al cura le dé por darles un guantazo (en serio, a mí desde que me dijeron que por mi comunión el cura me daría una hostia no he vuelto a pisar una iglesia)
Luego llegan las fotos. Todos los asistentes a la boda tienen que hacerse la foto de rigor con los novios, y todos tienen que hacérsela "ahora". Lo lógico es que se formase una cola, pero no; la gente se coloca en masa justo detrás del fotógrafo (hasta se han dado casos en los que le han metido mano) lista para salir corriendo después de cada flash... como si estuviesen en un concurso televisivo tipo "el gran prix del verano".
Pero las prisas por las fotos tienen un motivo: el aperitivo. Todo el mundo quiere llegar el primero a la barra... y al jamón de pata negra. El aperitivo es lo mejor, es cuando todo el mundo empieza a pasárselo bien en la boda; bueno, todo el mundo menos los camareros, que se encuentran delante de una jauría humana (que ríete tú de las manifestaciones del PP) exigiéndoles martinis, cervezas, sangrías (y algun que otro refresco) de dos en dos y de tres en tres...
Del aperitivo pasamos al banquete, allí si no eres un familiar cercano o miembro de un gran grupo de amigos cercano a los novios, suelen sentarte en una mesa en la que todos son desconocidos entre sí (es como un "mini-reality" pero sin cámaras y vestidos de bonito, lo cual es un decir) y si además tienes mala suerte, te tocará al lado de alguno de los que se llevaban los martinis de tres en tres, y que no parará de gritar "vivan los novios!" cada treinta y cinco segundos (como si no tuvieses bastante con tener que celebrar la entrada de cada plato y cada beso que se dan los novios meneando la servilleta por encima de tu cabeza...)
Y por fín llega el baile, con su correspondiente e inevitable barra libre. Aquí es donde el alcohol acaba corriendo como el agua (no se sabe si es porque es gratis o para intentar paliar el efecto que produce "Paquito chocolatero" tronando por los bafles) y donde los invitados acaban sin corbata y con la camisa desabrochada, preparándose para la siguiente aventura: volver a casa con todos los puntos.
¿Y a qué viene todo esto? Pues bién, como os decía, en unos días me voy de boda... y después me iré de viaje de novios (o de luna de miel, como queráis) por lo que si no me da tiempo de dejar alguna tontería por aquí antes del próximo día 10, nos veremos en octubre...
Un saludo a todos ;)
Por LaRanaBudWeisEr. Han entrado 12144 veces.