No hay duda de que la telefonía móvil está tomando más protagonismo cada día en nuestra vida cotidiana. Hoy en día encontrar a alguien sin móvil es más dificil que intentar destacar una frase (no buscaremos una persona, ya que no hablamos de imposibles) inteligente en un programa de "Crónicas Marcianas", aunque sea por casualidad...

Una de las últimas novedades en el mundo de la telefonía móvil es la posibilidad de utilizar nuestros teléfonos para pagar en máquinas expendedoras. Hace unos días, Telefónica Móviles anunció sus intenciones de instalar el nuevo sistema con una cobertura a nivel nacional antes de final de año, con lo que grácias al envío de un SMS podremos pagar alegremente y casi sin darnos cuenta (esa sería la idea) una cuota extra de 0.10 ? a nuestra compañía telefónica por cada refresco que nos bebamos... lo más normal del mundo vamos.

De momento el sistema está pensado para máquinas de refrescos y comida, así como para parkings y demás servicios de expedición automática, pero ¿a dónde nos puede llevar esta tecnología? Es evidente que, una vez implantado el sistema y gracias a la proliferación de los dispositivos móviles, las aplicaciones pueden ser muchas y variadas; quién sabe, se podría dar el caso de que, dentro de algún tiempo, el sistema se implantase en los bares, lo cual plantea algunas dudas, como: ¿recibiríamos un SMS del camarero nada mas entrar, preguntándonos que deseamos tomar? ¿podríamos incluir la propina en el pago por SMS? si quisiéramos un azucarillo extra para el café ¿deberíamos solicitarlo también mediante otro SMS?

Es evidente que los móviles se introducen cada vez más en nuestra vida cotidiana; cada día son más pequeños y cada día son más potentes. Se introducen en nuestras vidas llamándonos la atención con todo tipo de funcionalidades y dispositivos lúdicos: cámaras digitales incorporadas, juegos, reproducción de música y vídeo, vibradores incorporados (hmm creo que eso último no es una funcionalidad lúdica ¿o sí?)

Otra funcionalidad que se está intentando implantar últimamente es la de la videollamada, un servicio que, aunque en las películas de ciencia-ficción resultaba muy atractivo, puede llegar a resultar molesto en algunas circunstancias aplicado a la vida real: imaginemos que nos quedamos dormidos en lugar de ir a trabajar y nos llama el jefe al móvil utilizando la videollamada. Si sólo nos oye podemos camuflar la voz e intentar tejer alguna excusa o simular un catarro, pero si además de oirnos quedan en envidencia en la pantalla las márcas de las sábanas en la cara y el rastro de babilla que plácidamente ha ido fluyendo por iniciativa propia aprovechando nuestro estado de inconsciencia, lo tenemos un poco más difícil ¿no creeis?